sábado, 8 de diciembre de 2012

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La luz del alba se empieza a colar por las rendijas de la persiana sacándola a la fuerza de su mundo de fantasía. Poco a poco sus ojos se van acostumbrando a la penumbra de su habitación. Las paredes recogen fotografías llenas de recuerdos que ya no significan nada, sobre la mesilla reposa su carmín. Se desliza bajo las sabanas y posa sus pies descalzos sobre la madera, no utiliza zapatillas. Camina aún medio dormida por el largo pasillo hasta la cocina, pone a hacer café y va al baño. Se echa agua fría sobre la cara, se mira al espejo. Negro. El maquillaje del día anterior esparcido por la cara. El mármol está frío y se comienza a escuchar el murmuro del café, sale aprisa del baño. Coge una taza. La cocina tiene un amplio ventanal que da a una terraza con dos sillas y una mesa. Se sienta en una de ellas y enciende un cigarro. Nota como el humo entra en sus pulmones inundándole de una placentera tranquilidad mientras disfruta de su moca. Amanecer. Su ático da a un parque verde teñido de la luz rosada del momento. Solamente el ruido de la urbe empaña el momento, sirenas, coches, obras... Apaga la colilla, mira el reloj, tiene que ir a vestirse.